POR UNA VIDA MÁS SANA Y NATURAL

La medicina natural estimula la vitalidad y ayuda a recuperar el equilibrio de las funciones corporales.
Es utilizada desde hace siglos para aliviar dolores y sufrimiento.

domingo, 16 de febrero de 2014

LAS INTOLERANCIAS ALIEMENTARIAS

                                        
 Uno de los problemas de salud más frecuentes de la sociedad actual es el de los trastornos digestivos. Hinchazón abdominal, gases, pesadez, acidez estomacal, estreñimiento, diarreas, naúseas, vómitos, hipo... Las causas que motivan estos desórdenes son diversas. Y todo tiene mucho que ver con la forma de alimentarse. Formas de cocinar, aumento de alimentos procesados, colorantes, conservantes, exceso de dulces, grasas, dieta desequilibrada, escaso aporte de fibra, ingestión de determinados productos, estilo de vida, hábitos tóxicos, etc.

   El intestino delgado es una de las partes del aparato digestivo que habitualmente genera estas disfunciones, ya que además de su capacidad de digerir y absorver los nutrientes de los alimentos , representa el 70% de nuestro sistema inmunológico. Como consecuencia , su afectación puede producir además de síntomas digestivos otro tipo de molestias más generales e inespecíficas como picores, dolor de cabeza, manchas en la piel, cansancio, cambios de humor, depresión, insomnio, entre otros, que no solemos relacionar con el aparato digestivo.
                                            


   Es raro que los afectados establezcan de inmediato la relación entre el alimento desencadenante y los síntomas. Aunque la mayoría de las personas pueden comer casi todos los alimentos sin problemas, existe un porcentaje de la población que padece reacciones adversas con la ingesta de uno o varios alimentos. Este porcentaje crece cada año y es objeto de infinidad de estudios.

   Todo esto se corresponde con las denominadas intolerancias y/o alergias alimentarias que se traducen en dolencias atribuidas a la ingestión, contacto ó inhalación de un alimento. Esta respuesta "anormal" abarca desde pequeñas erupciones de la piel, hasta algo muy grave como un "shock" anafiláctico que puede poner la vida en peligro.

   No es lo mismo una intolerancia que una alergia. La intolerancia es una respuesta anormal a un alimento en la que, en principio, no se ha demostrado ningún mecanismo inmunológico, sino que suele tener una base metabólica, relacionándose con un déficit de las enzimas involucradas en su absorción. En el caso de la intolerancia a la lactosa, en la que se produce un déficit de la enzima lactasa, responsable de metabolizar el azúcar de la leche.
  
   En cambio, en la alergia alimentaria la reacción secundaria a la ingesta, contacto o inhalación, cursa con una base inmunológica mediada por una serie de anticuerpos, caracterizándose porque solo se producen en algunos individuos y porque pueden ocurrir después de tomar cantidades muy pequeñas. Entre los alérgenos alimentarios más frecuentes se encuentran el gluten (proteína presente en el trigo, avena, cebada, centeno y espelta), las proteínas de la leche animal (vaca, oveja, etc), las frutas, las leguminosas, los huevos, los crustáceos, las nueces, el pescado y las hortalizas.

   La mucosa del Intestino Delgado queda dañada en ambos casos. Pierde su función "barrera", disminuye la producción de enzimas digestivas y destruye el ambiente perfecto para que los microorganismos que habitan en el interior del Intestino convivan en armonía.

   Esta situación da lugar a una alteración de la permeabilidad, gracias a la cual se permiten que lleguen al torrente sanguíneo residuos bacterianos y macromoléculas alimentarias no digeribles, con la consecuente incidencia negativa sobre la salud. Nuestras defensas detectan a los "intrusos"  y ponen en marcha toda la serie de medidas de urgencia para intentar acabar con ellos.

   Las personas que sufren una intolerancia alimenticia o una alergia, además de los síntomas locales como diarreas, náuseas, dolor abdominal, pesadez de estómago, gases, malas digestiones, espasmos abdominales... y de los síntomas debidos a una menor capacidad para absorber nutrientes esenciales como las proteínas, hidratos, ácidos grasos, vitaminas y minerales que son: pérdida o aumento de peso, desnutrición, problemas de crecimiento, fatiga, irritabilidad, etc. Estos síntomas muestran una afectación del estado general que favorece el desarrollo de determinadas patologías como alergias, trastornos del sueño, cuadros reumáticos, enfermedades autoinmunes, trastornos nerviosos, alteraciones cardiovasculares, etc.