La
familia de las patologías autoinmunes es muy grande y sus trastornos se
clasifican bajo esta misma categoría porque suelen ser heterogéneos, tanto por
lo que concierne a la gravedad de la patología como por el área afectada por el
daño orgánico.
En
el ámbito autoinmune suelen aparecer trastornos dermatológicos, formas de dolor
crónico (artritis reumatoide, fibromialgia…), también patologías de las vías
respiratorias con carácter alérgico y/o inflamatorio, conjuntivitis, etc.


Las
patologías autoinmunes suelen caracterizarse por su naturaleza inflamatoria
crónica, asociada a una alteración neuroendocrina que impide la extinción del
foco inflamatorio.
Estudios
realizados en los últimos años indican una estrecha relación entre los
mecanismos inflamatorios y la producción de diversas enfermedades. El trastorno
en el organismo que se caracteriza por una inflamación persistente, aunque sea
en una mínima entidad, puede crear una condición para el desarrollo de algunas
patologías, y sobre todo, puede contribuir a su mantenimiento o interferir en
su recuperación, que no llega a producirse nunca.


Algunas
enfermedades dependen del “desgaste” del sistema inmunitario que puede ser
provocado por la existencia de una alergia alimentaria, una intolerancia
alimentaria o una exposición a metales pesados.
Otros
tipos de enfermedades derivan de estados inflamatorios crónicos debidos a una
cadena de reacciones inmunológicas. Pueden influir sobre el sistema digestivo
provocando colitis, cólicos, meteorismo, indigestión, falta de absorción de
nutrientes, gastritis, etc., o contribuir al desarrollo de patologías
inflamatorias crónicas.

Diferentes
estudios revelan que existe un déficit en la respuesta inmunitaria en sujetos
que padecen diferentes sintomatologías de carácter inflamatorio y/o alérgico.