El corazón es el eje del aparato circulatorio y su función
es la de llevar la sangre desde ese órgano a las distintas partes del cuerpo
según las necesidades funcionales y su retorno. De esta forma se produce el
transporte, el intercambio y la eliminación de sustancias.
El corazón actúa como una bomba que envía a través de los
vasos sanguíneos la sangre a las arterias y la distribuyen por todos los
tejidos. Las venas, en cambio, son las encargadas de conducir nuevamente la sangre al corazón.


El corazón es al mismo tiempo el órgano más admirado y el
más temido. Sus fallos pueden ser letales ya que es la bomba de la vida. Así
que mantenerlo en buenas condiciones es una garantía de salud.
Los factores de riesgo más comunes para prevenir problemas
cardíacos son la hipertensión y la hipercolesterolemia.
El temido colesterol
no es “malo” en sí mismo. De hecho es imprescindible en el organismo
para poder realizar las funciones correctamente. Es un componente fundamental
de las membranas celulares, donde contribuye a regular su fluidez y resulta
imprescindible para la formación de vitamina D, de diferentes hormonas y de las
sales biliares encargadas de emulsionar las grasas para facilitar la digestión
y de eliminar el propio colesterol sobrante.
Cuando el colesterol aumenta por encima de sus valores
normales en sangre, os topamos con la hipercolesterolemia que se asocia a todo
tipo de problemas coronarios.
Existen dos tipos de colesterol: el colesterol “malo” (LDL)
y el colesterol “bueno” (HDL). El primero se deposita en los vasos sanguíneos y
los obstruye, lo que provoca directamente un factor de riesgo en enfermedades
cardiovasculares. El segundo favorece la eliminación del primero e impide su
depósito en la sangre.
El colesterol procede de dos fuentes bien diferenciadas; el
que produce nuestro organismo a través del hígado y el que ingerimos a través
de la alimentación.
En la mayoría de los casos un aumento de colesterol es
consecuencia de una alimentación inadecuada con un alto contenido en grasas
saturadas. También puede ser producida por una ingesta desproporcionada de
alcohol. Y en ocasiones se debe simplemente a una predisposición genética. En
este último caso es muy recomendable llevar una alimentación estricta ya que
este problema es causa de un nivel elevado de mortalidad en edad temprana.
Otras enfermedades como el hipotiroidismo, la diabetes, la cirrosis hepática,
incluso otros medicamentos, también incrementan los niveles de colesterol en
sangre.
La hipertensión
arterial constituye uno de los problemas de salud más importantes en
los países desarrollados. Afecta aproximadamente a una 20% de la población
adulta y es un factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares, que a su vez
constituye la primera causa de muerte en países desarrollados.
La hipertensión arterial es el aumento crónico de las cifras
de presión arterial sanguínea por encima de los valores establecidos como
correctos.
La mayoría de las veces se desconoce la causa de la
hipertensión, no obstante existen factores que se presentan en la mayoría de
los casos.
Para que se produzca una alteración de los mecanismos
reguladores de la tensión arterial se requiere la presencia de una base
genética que responde inadecuadamente ante determinados factores ambientales,
entre los que destacan determinado hábitos de vida como el consumo continuado
de alcohol, el estrés, la vida sedentaria, una alimentación inadecuada o
sobrepeso, entre otros.
En naturopatía, plantas como el Ajo, la Alcachofa, el Espino
Blanco, el Olivo, el Abedul, la Cola de
Caballo, la Grama, la Vara de Oro, et., ayudan a combatir estos factores
perjudiciales para la salud.
Se obtienen mejores resultados si se utilizan combinaciones
de estas plantas, ya que así se produce una sinergia entre sus principios
activos y su efectividad aumenta. De todas formas es aconsejable consultar con
un naturópata de confianza para asegurar la combinación de plantas que sea más
adecuada para cada caso.
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