El sistema
digestivo se compone de un aparato largo que va desde la boca al ano. Boca,
faringe, esófago, estómago, intestino delgado, intestino grueso, son las partes
principales que lo componen. Pero además están las glándulas salivales, el
hígado y el páncreas que se dedican a transformar los alimentos durante el
proceso de digestión. Por lo tanto, el
aparato digestivo es aquel que recibe y acepta algo ajeno a nuestro cuerpo para
poder pasar a formar parte de él.
Todo ello
se realiza en el plano nutricional y aunque parezca de locos, en el plano
emocional también.
En el
proceso de digestión reconocemos, aceptamos, renegamos, rechazos… la nutrición.
Y no sólo la de la comida, también las emociones y las sensaciones.
Según el
psicoanalista Joyce Mc Dougall “El cuerpo es un teatro en el que se desenlazan
las tramas de la vida psíquica”. El cuerpo tiene que aceptar y regular estrés,
desconciertos, ansiedad, tensión, prisas, críticas, etc. que sufre nuestro aparato digestivo.


Cualquier
situación que implique un compromiso emocional no sólo provoca variaciones en
la frecuencia cardíaca y en la respiratoria, sino que también afecta a estómago
y en general a todo el sistema digestivo.
Sufrir
estrés mental se traduce en la producción de determinadas hormonas y de
neurotransmisores que actúan sobre centros nerviosos de la mucosa gástrica y
entérica. Una fuerte emoción actuando a nivel de la neurotransmisión intestinal
y de la vejiga, puede provocar la eliminación instantánea de orina o heces.
La
digestión implica una sucesión cronológica y armoniosa de las secreciones
gástricas, duodenales, biliares y pancreáticas. Si la alimentación es algo
fundamental para el mantenimiento de un buen estado de salud (somos lo que
comemos), la digestión es igual de importante ya que también somos lo que
conseguimos asimilar.
Con esto
quiero decir que es indispensable una digestión adecuada, pues diferentes
problemas gástricos o de asimilación pueden aparecer como consecuencia de
procesos digestivos incompletos que conllevan a la aparición de trastornos como
el síndrome de colon irritable, úlceras, reflujos, ardores, pólipos
intestinales, etc.
Reguladas
por el sistema neurovegetativo, las funciones digestivas sufren profundos
efectos negativos como consecuencia del estrés, además de por una alimentación
desequilibrada y combinada con estilos de vida inadecuados.
Las
reacciones psicosomáticas del aparato digestivo se vuelven expresión de un
estado de sufrimiento emocional donde el organismo ya no consigue adaptarse a
nuevas situaciones sin efectos negativos. Añadiendo que esta situación afecta
de forma directa sobre la eficiencia mental, las funciones cognitivas y otros
aparatos y sistemas de nuestro cuerpo como la piel, el aparato cardiocirculatorio
y el sistema inmunitario.
Disbiosis
intestinal, alteraciones de la función gástrica, meteorismo, estreñimiento,
colitis, inflamaciones, lesiones de la mucosa intestinal, flatulencia, pesadez gástrica, reflujos, acidez de estómago, gastritis, úlceras… son manifestaciones de un
desorden en las fases del proceso digestivo. Esto puede provocar alteraciones
de uno o varios tipos en uno o varios distritos del aparato digestivo.

Para poder
mejorar todos estos efectos es preciso pararse a escuchar al propio organismo,
a nosotros mismos, aprender a escuchar y percibir los mensajes que manda y
poder distinguir esas señales más o menos graves. Los trastornos del tramo gastrointestinal,
nos hablan de una dificultad en nuestra elaboración del mundo, tanto interior como
exterior, dificultad para poder digerir o asimilar los acontecimientos de
nuestra vida. Toda esta sintomatología, que puede ser de carácter clínico o
crónico, es muy importante tratarla con terapias que sean a la vez eficaces y
delicadas.
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