Junto
con la limitación funcional y a la rigidez de las articulaciones, el dolor
representa el síntoma principal en los casos de artrosis. Este dolor es de tipo
profundo, localizado en la articulación, caracterizado por desenlace circadiano
con preferencia matutina que remite a lo largo del día y se vuelve de nuevo
agudo por la noche.


Las
personas que padecen de reuma se ven muy influenciadas por la meteorología
(humedad, viento, frío sobre todo) teniendo épocas de dolor, otras de dolor
agudo e incluso otras épocas del año apenas acusan dolor.
Este
dolor es de tipo “mecánico” ya que está provocado por el movimiento y se ve
aliviado con el reposo. En un principio es un dolor sordo, volviéndose agudo al
empezar el movimiento (sobre todo durante la mañana), luego tiende a
desaparecer a medida que la persona efectúa más movimiento. En ocasiones el
dolor se vuelve agudo por la noche tras un día con actividad sobre la
articulación afectada.
Según
va progresando la patología reumática, el dolor se agrava progresivamente,
manifestándose incluso en el mínimo movimiento, o en ciertas posturas
corporales. Entonces la persona afectada intenta evitar/reducir la sensación de
dolor evitando/reduciendo los movimientos.
El
reposo alivia ciertamente, pero si el estadio de la patología es avanzado, el
dolor se hace continuo. Es entonces cuando el dolor pasa a ser de tipo crónico,
que se reagudiza durante ataques inflamatorios agudos que son característicos
de esta enfermedad.
La
patología reumática presenta otros síntomas asociados como puede ser sinovitis,
bursitis, enteropatías, estiramiento de ligamentos y de la cápsula, espasmos
musculares, hipertensión medular subcondral, lesiones óseas, medulares, etc.
De
hecho, el dolor puede estar causado por la estimulación de las terminaciones
nerviosas de los osteofitos, por la comprensión de los pequeños vasos
sanguíneos del hueso (situado justo debajo de las articulación) o por
microfracturas.


Una
lesión cartilaginosa causa la irritación de la membrana sinovial con un aumento
de la presión de la cámara articular y de la cantidad de líquido sinovial que
produce. Un incremento de la presión al interior de la cavidad articular y del
líquido sinovial, determinan una distensión de la cápsula articular; es
entonces cuando se provoca el dolor.
El
dolor representa la señal de alarma e indica la evolución de la patología, pues
aparece cuando la lesión cartilaginosa ya ha evolucionado.
Para
ayudar a llevar este tipo de situación lo mejor posible, la naturaleza nos
ofrece distintas plantas como el grosellero negro, el pino, la vid, el
abedul, el harpagofito, la cúrcuma, el
abeto blanco, la árnica, etc.
Lo
mejor es consultar a un profesional para que ofrezca una orientación sobre las
pautas a seguir en cada caso de forma que pueda realizarse un seguimiento
personalizado.