El drenaje linfático es conocido desde la época de Hipócrates. Ya desde el Siglo IV a. C. la escuela médica del prestigioso Hipócrates se ocupó de la "linfa". Más tarde, hacia el año 1000, los estudiosos árabes describieron la circulación linfática. Pero hay que avanzar un poco más hacia el Siglo XVIII para encontrar una documentación amplia sobre el tema. Y es a finales del siglo XIX y principios del Siglo XX cuando se desarrolló un estudio riguroso y científico sobre el sistema linfático. Por aquel entonces se profundizó en la investigación de las relaciones que la circulación de la linfa tiene con la circulación sanguínea sobre los mecanismos que la regulan y sobre la importancia que adquiere en diversas situaciones el flujo de la linfa por el organismo.
La medicina austríaca, y en particular a través de la obra de A. Winiwater, descubrió el método de intervención sobre el sistema linfático que tenía prevista también la utilización de un tratamiento manual. Sin embargo, la contribución más significativa al desarrollo de una terapia de masaje sobre los canales y los ganglios linfáticos, se debe al danés Emil Vodder, experto fisioterapeuta que puso a punto un método eficaz llamado Drenaje Linfático Manual (DLM).

Actualmente se admite el principio de que la manipulación, realizada de manera oportuna, puede actuar positivamente sobre el flujo de la linfa por el organismo. El DLM puede llegar a ser una intervención de apoyo, adecuada sobre todo para quien desea prevenir enfermedades molestas, o también una práctica regular para evitar alteraciones de los tejidos en numerosas partes del cuerpo.
Este tipo de masaje requiere una preparación especial ya que la técnica es bastante diferente a otras más comunes. Para poder aplicar correctamente el DLM hay que tener capacidad para relajarse y habilidad para mantener ritmos lentos, incluso en sintonía con el ritmo cardíaco. Éste es un requisito indispensable, de manera que resulte verdaderamente eficaz y sin que eso provoque una gran fatiga al masajista.
El masajista debe actuar, en definitiva con placer para transmitir energía positiva a la persona que se confía.
La linfa es un líquido lechoso, compuesto por agua en casi el 90%, que tiene su origen en los capilares sanguíneos. Es a través de complicados pasos que recoge de los tejidos líquidos excedentes, no del todo reabsorbidos por la sangre, se canaliza hacia los vasos linfáticos y es donde sufre una especie de purificación. Después de esta purificación retorna al sistema sanguíneo a través de dos conductos: el conducto linfático y el conducto torácico.
Su composición varía en función de lo que se filtra a su paso por las distintas partes del cuerpo. La linfa como la sangre está formada por una parte plasmática constituida por proteínas, glucosa, nitrógeno, colesterol, enzimas, hierro y hormonas. Y también por una parte celular representada sobre todo por linfocitos (una variedad de leucocitos ó glóbulos blancos).
El colesterol y las grasas están presentes en la linfa en mayor porcentaje que en la sangre. Los linfocitos representan cerca del 3% del peso corporal del ser humano y se renuevan a un ritmo rapidísimo. Desempeñan un papel fundamental en los procesos de defensa del organismo, constituyendo un componente importante en el sistema inmunológico.
Los canales linfáticos recorren todo el cuerpo tejiendo una especie de red. La linfa recorre estos canales o vasos gracias a la acción de los tejidos que la circundan, es decir, los músculos.
Los canales por los que circula la linfa son de distintos tamaños y de ello dependen sus nombres; capilares, vasos linfáticos pequeños, medianos, grandes y conducto torácico.

Los capilares son los más finos y numerosos, incluso superiores a los capilares sanguíneos, y tienen su origen en los espacios intersticiales de los tejidos.
Al no estar protegidos por ninguna membrana, como pasa con la sangre, pueden absorber desde moléculas microscópicas y otras más complejas como las proteínas.
Los vasos linfáticos van aumentando sus dimensiones a lo largo del recorrido y adquieren poco a poco un aspecto parecido a un "collar de perlas" que puede verse con claridad bajo el microscopio.
Los vasos linfáticos hacen pasar la linfa a través de los ganglios linfáticos que son "estaciones de filtrado".
Los órganos que toman parte en la producción y la purificación de la linfa son básicamente la médula ósea, el bazo, la glándula Timo, las amígdalas, los folículos linfáticos de las mucosas y los ganglios linfáticos.
Los beneficios del DLM son variados. El más significativo es el de evitar los edemas. También tiene efecto cicatrizante frente a heridas y úlceras. Es muy útil en casos de úlceras varicosas.
Con el DLM se consigue un aumento de las defensas por lo que se refuerza el sistema inmunológico. Posee un potente efecto relajante, estimulante de la circulación además de tener un efecto regenerador.

CONTRAINDICACIONES Y PRECAUCIONES DEL DRENAJE LINFÁTICO.
ASMA BRONQUIAL: El DLM ejerce una acción vagotónica y esta puede desencadenar una crisis de asma a las personas que muestren una predisposición a esta enfermedad y que afecte de manera crónica.
ECCEMAS: No reaccionan de manera positiva a algunos estímulos mecánicos y por lo tanto tampoco a los masajes.
HIPERTIROIDISMO: El DLM puede estimular el tránsito de hormonas por la sangre, con riesgo de que empeoren los síntomas.
INFECCIONES: Totalmente contraindicado ya que obliga al cuerpo a realizar un esfuerzo intenso del sistema inmunitario.
INSUFICIENCIA CARDÍACA: El DLM incrementa la carga de trabajo del corazón. Por lo que hay que asegurarse de que el paciente no sufre problemas de tipo cardíaco.
INSUFICIENCIA RENAL: Bajo ningún concepto, ya que un trabajo extra de los riñones puede provocar otras patologías.
TUBERCULOSIS: Una estimulación de la circulación linfática provoca una agravamiento de la enfermedad.
TUMORES: Al igual que en el caso de la tuberculosis agrava la enfermedad.
VAGOTONIA: A estas personas no se les debe aplicar ningún tratamiento que supere los 15 minutos.

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