Aunque existen muchos tipos de dolor de cabeza, en la
actualidad, la mayoría de las veces va asociado a un cuadro de estrés. Algunas
personas describen este dolor como si tuviesen un cinturón ceñido fuertemente
en torno a la cabeza.
Un cierto estrés es beneficioso para la salud y la capacidad
productiva. Pero si este estado perdura en el tiempo, se convierte en un
problema que puede tener como consecuencia el desarrollo de otras enfermedades.
Cada persona tiene un umbral diferente de estrés, pero en
todos se alcanza un punto en el cual ya no actúa como un factor estimulante,
sino perjudicial tanto para la salud como para el rendimiento.
Si el estrés pasa a formar parte de la vida diaria, la
persona puede llegar a acostumbrarse, pero no se da cuenta de cómo esto va
afectando a la salud y a la vida en general hasta que el cuerpo enferma y los
problemas son tan grandes que se hace muy difícil el afrontarlos.
La reacción ante un exceso de estrés abarca el cerebro y la
totalidad de las funciones orgánicas. Cada persona lo manifiesta de una manera
y una intensidad distintas dependiendo de las características personales. Los
síntomas que se pueden presentar son variados: contracturas musculares, fatiga
continuada, cansancio sin motivo aparente, náuseas, falta de apetito, problemas
digestivos, aumento del nivel de colesterol, infarto de miocardio, déficit
inmunológico, insomnio, irritabilidad, falta de concentración, pérdida de
memoria, aumento de la agresividad, dolor de cabeza… y un largo etc.
En ocasiones también se pueden llegar a producir trastornos
psicológicos.
De todos los síntomas mencionados, las repercusiones
neurológicas (agotamiento mental, falta de concentración y atención, ansiedad,
insomnio, dolor de cabeza, etc.) son las que más imposibilitan a la persona y
por lo tanto dificultan su recuperación.
Cuando una persona sufre de estrés emocional se liberan en el organismo algunos agentes
químicos que provocan cambios vasculares, que a su vez provocan dolores de
cabeza.
Hay que combatir el estrés pero también hay que prevenirlo.
Al prevenirlo se aparcan a un lado todas esas molestias descritas
anteriormente.
Para que el cerebro pueda realizar todas sus funciones con
precisión es importante que las neuronas se encuentren en un estado óptimo y
los neurotransmisores en equilibrio.
Existen varios suplementos nutricionales que pueden ayudar
al cerebro a estar sano y fuerte, así se mejora el estado de ánimo y se recuperan
las funciones mentales.


La fosfatidilserina es un fosfolípido, componente de
las membranas celulares, que se concentra especialmente en las células
cerebrales. Una suplementación con esta sustancia mejora notablemente la
capacidad de atención, la concentración, el aprendizaje y la memoria. Además
ejerce un efecto favorable sobre la motivación y el interés.
La L-teanina es un aminoácido que se encuentra casi
exclusivamente en el té negro y el té verde que ayuda a reducir el estrés y la ansiedad. Promueve la
relajación mental y disminuye la irritabilidad sin crear somnolencia. También
ayuda generar un estado de ánimo óptimo y garantiza un sueño de mayor calidad.
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