La nutrición es uno de los principales determinantes de la
salud del ser humano. Sin embargo es un proceso involuntario, inconsciente, a
través del cual el organismo transforma y utiliza los nutrientes para las funciones
vitales. Para mejorarla solo podemos influir sobre la forma de alimentarnos,
proceso previo a la nutrición, voluntario, y por tanto, modificable.


En el proceso de la alimentación influyen múltiples factores
tanto de tipo individual (preferencias, costumbres, etc.) como propios del
entorno (disponibilidad de alimentos, modas, costumbres, religiones, etc.)
Tanto unos como otros son susceptibles de modificarse, es decir, es posible
influir de alguna manera en la configuración de nuestros hábitos alimentarios.
Una nutrición adecuada se consigue mediante una alimentación
suficiente, variada y equilibrada y ésta, junto con la práctica regular del
ejercicio físico, representan una de las principales medidas que contribuyen a
prevenir la aparición de determinadas enfermedades (cardiovasculares,
sobrepeso, obesidad, etc.). Por ello, es tan importante llevar una adecuada
alimentación que asegure el aporte necesario de nutrientes en las distintas
etapas de nuestra vida.
Por otro lado, en ocasiones, el concepto de gordos y delgados
tiene que ver más con connotaciones de la moda que con verdaderos riesgos
médicos. La obsesión por adelgazar es, en estos momentos, en nuestra sociedad,
una realidad. Estamos invadidos por imágenes de “cuerpos perfectos” que invitan
a perder peso para estar delgados. Parece que estamos obligados a adelgazar,
aun teniendo un peso adecuado. Esta obsesión por adelgazar ha traído como
consecuencia que aparezcan numerosas dietas y remedios adelgazantes accesibles
a cualquier persona y cuya utilización indiscriminada puede provocar a menudo
serias complicaciones y riesgos para la salud.


En una sociedad como la nuestra, en la que la imagen y la
obsesión por el culto al cuerpo está en todos los ámbitos publicitarios, tratar
de imitar esa imagen nos puede llevar a extremos que terminen en problemas de
salud muy graves, si para ello se utilizan métodos poco recomendables y nada
saludables, como puede ser el hecho de seguir dietas de adelgazamiento
drásticas, que podemos llamar “milagrosas” y utilizar productos “mágicos”, a
los que se les atribuyen unas propiedades que no tienen.
Dentro de las dietas milagro podemos encontrar muchos tipos,
pero existe una serie de características comunes a todas ellas como son el
hecho de no tener una base científica demostrada. En algunos casos pueden
causar serios problemas de salud, se olvidan de la ingesta de determinados
nutrientes negativas, en muchas de ellas hay un aporte bajo de energía, y es en
el déficit calórico donde radica la posible pérdida de peso.
En ocasiones, nos olvidamos que la nutrición es una de las
bases fundamentales para la salud. Y es por ello que muchas personas realizan
dietas denominadas “milagrosas” no demasiado sanas y que, en algunos casos,
pueden causar serios problemas para la salud. En cualquier caso, hay que tener
en cuenta que hay que cambiar nuestros hábitos de vida y practicar deporte de
manera habitual.
Para poder reducir el peso que tenemos en exceso es necesario
un tratamiento integral, supervisado por un profesional acreditado, que
garantice una pérdida de peso a largo plazo y de forma progresiva, teniendo en
cuenta todos los factores implicados: grado de sobrepeso, tipo de alimentación,
nivel de actividad física, motivación para cumplir con el tratamiento, etc.